Este post contiene Versículos de la Biblia que hablan sobre la Resurrección de Cristo Jesús. Textos Bíblicos de versión Reina Valera Actualizada 2015.
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Pues no dejarás mi alma en el Seol ni permitirás que tu santo vea corrupción (Sal 16:10).
Pero Dios redimirá mi vida del poder del Seol, Porque él me tomará consigo (Sal 49:15).
Descendí a los cimientos de los montes; La tierra echó sus cerrojos sobre mí para siempre; Mas tú sacaste mi vida de la sepultura, oh Señor Dios mío (Jonás 2:6).
Desde entonces, Jesús comenzó a explicar a sus discípulos que le era preciso ir a Jerusalén y padecer mucho de parte de los ancianos, de los principales sacerdotes y de los escribas, y ser muerto y resucitar al tercer día (Mt 16:21).
He aquí subimos a Jerusalén, y el Hijo del Hombre será entregado a los principales sacerdotes y a los escribas, y lo condenarán a muerte. Lo entregarán a los gentiles para que se burlen de él, lo azoten y lo crucifiquen; pero al tercer día resucitará (Mt 20:18-19).
Pero después de haber resucitado, iré delante de ustedes a Galilea (Mt 26:32).
Mientras descendían ellos del monte, Jesús les ordenó que no contaran a nadie lo que habían visto sino cuando el Hijo del Hombre resucitara de entre los muertos (Mr 9:9).
Y después que le hayan azotado, le matarán; mas al tercer día resucitará (Lc 18:33).
Respondió Jesús y les dijo: Destruyan este templo y en tres días lo levantaré (Jn 2:19).
Pero habiendo obtenido auxilio de Dios, me he mantenido firme hasta el día de hoy, dando testimonio a pequeños y a grandes, sin decir nada ajeno a las cosas que los profetas y Moisés dijeron que habían de suceder: que el Cristo había de padecer, y que por ser el primero de la resurrección de los muertos, había de anunciar luz al pueblo y a los gentiles (Hch 26:22-23).
Habiendo, pues, resucitado Jesús por la mañana, el primer día de la semana, apareció primeramente a María Magdalena, de quien había echado siete demonios (Marcos 16:9).
He aquí, Jesús les salió al encuentro, diciendo: !!Salve! Y ellas, acercándose, abrazaron sus pies, y le adoraron (Mateo 28:9).
Sucedió que mientras hablaban y discutían entre sí, Jesús mismo se acercó, y caminaba con ellos (Lucas 24:15).
Ha resucitado el Señor verdaderamente, y ha aparecido a Simón (Lucas 24:34).
Cuando llegó la noche de aquel mismo día, el primero de la semana, estando las puertas cerradas en el lugar donde los discípulos estaban reunidos por miedo de los judíos, vino Jesús, y puesto en medio, les dijo: Paz a vosotros (Juan 20:19).
Ocho días después, estaban otra vez sus discípulos dentro, y con ellos Tomás. Llegó Jesús, estando las puertas cerradas, y se puso en medio y les dijo: Paz a vosotros (Juan 20:26).
Después de esto, Jesús se manifestó otra vez a sus discípulos junto al mar de Tiberias; y se manifestó de esta manera (Juan 21:1).
Después apareció a más de quinientos hermanos a la vez, de los cuales muchos viven aún, y otros ya duermen (1 Corintios 15:6).
Pero los once discípulos se fueron a Galilea, al monte donde Jesús les había mandado. Cuando lo vieron, lo adoraron; pero algunos dudaron (Mateo 28:16-17).
Luego apareció a Jacobo, y después a todos los apóstoles (1 Corintios 15:7).
Entonces él los llevó fuera hasta Betania y, alzando sus manos, los bendijo (Lucas 24:50).
Mientras iba de viaje, llegando cerca de Damasco, aconteció de repente que le rodeó un resplandor de luz desde el cielo. Él cayó en tierra y oyó una voz que le decía: Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues? Y él dijo: ¿Quién eres, Señor? Y él respondió: Yo soy Jesús, a quien tú persigues (Hechos 9:3-5).
A él, Dios le resucitó, habiendo desatado los dolores de la muerte; puesto que era imposible que él quedara detenido bajo su dominio (Hch 2:24).
Pero ustedes negaron al Santo y Justo; pidieron que se les diera un hombre asesino, y mataron al Autor de la vida, al cual Dios ha resucitado de los muertos. De esto nosotros somos testigos (Hch 3:14-15).
Con gran poder los apóstoles daban testimonio de la resurrección del Señor Jesús, y abundante gracia había sobre todos ellos (Hch 4:33).
Y nosotros somos testigos de todas las cosas que él hizo, tanto en la región de Judea como en Jerusalén. A él le mataron colgándole sobre un madero, pero Dios le levantó al tercer día e hizo que apareciera, no a todo el pueblo, sino a los testigos que Dios había escogido de antemano, a nosotros que comimos y bebimos con él después que resucitó de entre los muertos (Hch 10:39-41).
Y de acuerdo con su costumbre, Pablo entró a reunirse con ellos, y por tres sábados discutió con ellos basándose en las Escrituras, explicando y demostrando que era necesario que el Cristo padeciera y resucitara de entre los muertos. Él decía: “Este Jesús, a quien yo les anuncio, es el Cristo” (Hch 17:2-3).
Y quien fue declarado Hijo de Dios con poder según el Espíritu de santidad por su resurrección de entre los muertos, Jesucristo nuestro Señor (Ro 1:4).
Quien fue entregado por causa de nuestras transgresiones y resucitado para nuestra justificación (Ro 4:25).
Sabemos que Cristo, una vez resucitado de entre los muertos, ya no muere; la muerte no se enseñorea más de él (Ro 6:9).
Que si confiesas con tu boca que Jesús es el Señor y si crees en tu corazón que Dios lo levantó de entre los muertos, serás salvo (Ro 10:9).
Porque Cristo para esto murió y vivió, para ser el Señor así de los muertos como de los que viven (Ro 14:9).
Que fue sepultado y que resucitó al tercer día, conforme a las Escrituras (1 Co 15:4).
Porque si creemos que Jesús murió y resucitó, de la misma manera Dios traerá por medio de Jesús, y con él, a los que han dormido (1 Tes 4:14).
Acuérdate de Jesucristo, resucitado de entre los muertos, de la descendencia de David, conforme a mi evangelio (2 Ti 2:8).
Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, quien según su grande misericordia nos ha hecho nacer de nuevo para una esperanza viva por medio de la resurrección de Jesucristo de entre los muertos (1 Pe 1:3).
Porque Cristo también padeció una vez para siempre por los pecados, el justo por los injustos, para llevarnos a Dios; siendo a la verdad muerto en la carne pero vivificado en el espíritu (1 Pe 3:18).
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Exelente reflexion.