Este Post contiene Versículos de la Biblia sobre la Esperanza en Dios en tiempos difíciles, para dar animo y fortaleza. Textos Bíblicos de Reina Valera Actualizada 2015.
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Bendito el hombre que confía en el SEÑOR, y cuya confianza es el SEÑOR (Jr 17:7).
Se alegró por tanto mi corazón, y se gozó mi alma; Mi cuerpo también reposará confiadamente (Sal 16:9).
Aguardaré, pues, al SEÑOR, quien ha escondido su rostro de la casa de Jacob. En él esperaré
Espera en el SEÑOR. Esfuérzate y aliéntese tu corazón. ¡Sí, espera en el SEÑOR! (Sal 27:14).
Pero los que esperan en el SEÑOR renovarán sus fuerzas; levantarán las alas como águilas. Correrán y no se cansarán; caminarán y no se fatigarán (Is 40:31).
Pacientemente esperé al SEÑOR, y él se inclinó a mí y oyó mi clamor (Sal 40:1).
El SEÑOR es mi porción”, ha dicho mi alma; “por eso, en él esperaré (Lm 3:24).
Espera, oh Israel, en el SEÑOR desde ahora y para siempre (Sal 131:3).
Pero yo miraré al SEÑOR; esperaré en el Dios de mi salvación. ¡Mi Dios me escuchará! (Mi 7:7)
Bienaventurado aquel cuya ayuda es el Dios de Jacob, cuya esperanza está puesta en el SEÑOR su Dios (Sal 146:5).
Perfecto es el camino de Dios; probada es la palabra del SEÑOR. Él es escudo a todos los que en él esperan (Sal 18:30).
Ciertamente ninguno de los que confían en ti será avergonzado. Serán avergonzados los que se rebelan sin causa (Sal 25:3).
Encamíname en tu verdad y enséñame porque tú eres el Dios de mi salvación. En ti el esperado todo el día (Sal 25:5).
Esfuércense, todos ustedes los que esperan en el SEÑOR, y tome aliento su corazón (Sal 31:24).
El ojo del SEÑOR está sobre los que le temen, sobre los que esperan en su misericordia (Sal 33:18).
Pues en ti, oh SEÑOR, he esperado; tú responderás, oh SEÑOR, Dios mío (Sal 38:15).
Ahora, oh Señor, ¿qué esperaré? Mi esperanza está en ti (Sal 39:7).
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¿Por qué te abates, oh alma mía, y te turbas dentro de mí? Espera a Dios, porque aún le he de alabar. ¡Él es la salvación de mi ser (Sal 42:5).
Oh alma mía, reposa solo en Dios porque de él es mi esperanza (Sal 62:5).
Porque tú, oh SEÑOR Dios, eres mi esperanza, mi seguridad desde mi juventud (Sal 71:5)
Mas yo esperaré siempre, Y te alabaré más y más. (Sal 71:14).
Los que te temen me verán y se alegrarán, porque en tu palabra he puesto mi esperanza (Sal 119:74).
Tu salvación he esperado, oh SEÑOR, y tus mandamientos he puesto por obra (Sal 119:166).
Yo espero en el SEÑOR; mi alma espera. En su palabra he puesto mi esperanza (Sal 130:5).
Oh Israel, pon tu esperanza en el SEÑOR, porque en el SEÑOR hay misericordia y en él hay abundante redención (Sal 130:7).
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¡Espero tu salvación, oh SEÑOR! (Ge 49:18).
No digas: “Devolveré el mal”. Espera al SEÑOR y él te salvará (Pr 20:22).
Se dirá en aquel día: ¡He aquí, este es nuestro Dios! En él hemos esperado, y él nos salvará: ¡Este es el SEÑOR! En él hemos esperado. ¡Gocémonos y alegrémonos en su salvación! (Is 25:9).
Por tanto, el SEÑOR espera para tener piedad de ustedes; por eso, se levanta para tener misericordia de ustedes. Porque el SEÑOR es un Dios de justicia, ¡bienaventurados son todos los que esperan en él! (Is 30:18).
Oh Esperanza de Israel, su Salvador en el tiempo de aflicción, ¿por qué has de ser como forastero en la tierra, y como caminante que levanta su tienda solo para pasar la noche? (Jr 14:8)
¿Hay entre las vanidades de las naciones quienes hagan llover? ¿Acaso los cielos dan lluvia por sí solos? ¿No eres tú, oh SEÑOR, nuestro Dios? En ti, pues, pondremos nuestra esperanza, porque tú has hecho todas estas cosas (Jr 14:22).
Porque yo sé los planos que tengo acerca de ustedes, dice el SEÑOR, planos de bienestar y no de mal, para darles un recuerdo y esperanza (Jr 29:11).
Tú, pues, vuélvete a tu Dios; practica la lealtad y el derecho, y espera siempre en tu Dios (Os 12:6).
Vúelvanse a la fortaleza, oh prisioneros llenos de esperanza. También hoy les anuncio que les restituiré el doble (Zac 9:12).
Y en su nombre las naciones pondrán su esperanza (Mt 12:21).
por medio de quien también hemos obtenido acceso por la fe a esta gracia en la cual estamos firmes y nos gloriamos en la esperanza de la gloria de Dios (Ro 5:2).
Y no solo esto, sino que también nos gloriamos en las tribulaciones, sabiendo que la tribulación produce paciencia; y la paciencia, prueba; y la prueba, esperanza (Ro 5:3-4).
Y otra vez dice Isaías: Vendrá la raíz de Isaí, y el que se levantará para gobernar a las naciones; y las naciones esperarán en él (Ro 15:12).
Que el Dios de esperanza los llene de todo gozo y paz en el creer, para que abunden en la esperanza por el poder del Espíritu Santo (Ro 15:13).
¡Si solo en esta vida hemos tenido esperanza en Cristo, somos los más miserables de todos los hombres! (1 Co 15:19).
Pero ya teníamos en nosotros mismos la sentencia de muerte, para que no confiáramos en nosotros mismos sino en Dios que levanta a los muertos, quien nos libró y nos libra de tan terrible muerte. Y en él hemos puesto nuestra esperanza de que aun nos librará (1 Co 1:9-10).
Porque nosotros por el Espíritu aguardamos por la esperanza de la justicia (Ga 5:5).
Alumbrando los ojos de vuestro entendimiento, para que sepáis cuál es la esperanza a que él os ha llamado, y cuáles las riquezas de la gloria de su herencia en los santos (Ef 1:18).
Porque para esto trabajamos arduamente y luchamos, pues esperamos en el Dios viviente, quien es el Salvador de todos los hombres, especialmente de los que creen (1 Ti 4:10).
A los ricos de la edad presente manda que no sean altivos ni pongan su esperanza en la incertidumbre de las riquezas sino en Dios quien nos provee todas las cosas en abundancia para que las disfrutemos (1 Timoteo 6:17).
Mantengamos firme, sin fluctuar, la profesión de nuestra esperanza, porque fiel es el que prometió (He 10:23).
La fe es la constancia de las cosas que se esperan, la comprobación de los hechos que no se ven (He 11:1).
Por medio de él creen en Dios, quien lo resucitó de entre los muertos y le ha dado gloria de modo que su fe y esperanza estén en Dios (1 Pe 1:21).
Según las promesas de Dios esperamos cielos nuevos y tierra nueva en los cuales mora la justicia (2 Pe 3:13).
Amados, ahora somos hijos de Dios, y aún no se ha manifestado lo que seremos. Pero sabemos que, cuando él sea manifestado, seremos semejantes a él porque lo veremos tal como él es. 3 Y todo aquel que tiene esta esperanza en él se purifica a sí mismo, como él también es puro (1 Juan 3:2-3).
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Abraham creyó contra toda esperanza, de modo que vino a ser padre de muchas naciones, de acuerdo con lo que le había sido dicho: Así será tu descendencia (Rom 4:18).
Y la esperanza no acarrea vergüenza porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos ha sido dado (Rom 5:5).
Porque fuimos salvos con esperanza; pero una esperanza que se ve no es esperanza, pues ¿quién sigue esperando lo que ya ve? (Rom 8:24).
Pues lo que fue escrito anteriormente fue escrito para nuestra enseñanza a fin de que, por la perseverancia y la exhortación de las Escrituras, tengamos esperanza (Rom 15:4).
Y ahora permanecen la fe, la esperanza y el amor, estos tres; pero el mayor de ellos es el amor (1 Co 13:13).
Por cuanto permanecen fundados y firmes en la fe, sin ser removidos de la esperanza del evangelio que han oído, el cual ha sido predicado en toda la creación debajo del cielo (Col 1:23).
Y el mismo Señor nuestro Jesucristo, y nuestro Padre Dios quien nos amó y por gracia nos dio eterno consuelo y buena esperanza (2 Ts 2:16).
Más bien, santifiquen en su corazón a Cristo como Señor y estén siempre listos para responder a todo el que les pida razón de la esperanza que hay en ustedes, pero háganlo con mansedumbre y reverencia (1 Pe 3:15).
Y todo aquel que tiene esta esperanza en él se purifica a sí mismo, como él también es puro (1 Jn 3:3).
¿No yerran los que planean lo malo? Pero hay misericordia y verdad para los que planean lo bueno (Pr 14:22).
Tengo esperanza en Dios, la cual ellos mismos también abrigan, de que habrá resurrección de los justos y de los injustos (Hch 24:15).
A causa de la esperanza reservada para ustedes en los cielos, de la cual han oído en la palabra de verdad del evangelio (Col 1:5).
Aguardando la esperanza bienaventurada, la manifestación de la gloria del gran Dios y Salvador nuestro Jesucristo (Tit 2:13).
Para que, por dos cosas inmutables en las cuales es imposible que Dios mienta, tengamos un fortísimo estímulo los que hemos acudido para asirnos de la esperanza puesta por delante. Tenemos la esperanza como ancla de la vida, segura y firme, y que penetra aun dentro del velo (Heb 6:18-19).
Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, quien según su grande misericordia nos ha hecho nacer de nuevo para una esperanza viva por medio de la resurrección de Jesucristo de entre los muertos (1 Pe 1:3).
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