Los versículos bíblicos sobre la debilidad muestran cómo Dios puede transformar nuestras limitaciones en fortaleza. Pasajes como 2 Corintios 12:9-10 y Filipenses 4:13 nos enseñan que en nuestra debilidad, Dios nos fortalece y capacita para superar cualquier desafío.
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Y me ha dicho: Bástate mi gracia; porque mi poder se perfecciona en la debilidad. Por tanto, de buena gana me gloriaré más bien en mis debilidades, para que repose sobre mí el poder de Cristo.
Sana a los quebrantados de corazón, y venda sus heridas.
Cercano está Jehová a los quebrantados de corazón; y salva a los contritos de espíritu.
El da esfuerzo al cansado, y multiplica las fuerzas al que no tiene ningunas.
Todo lo puedo en Cristo que me fortalece.
Mi carne y mi corazón desfallecen; mas la roca de mi corazón y mi porción es Dios para siempre.
Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar. Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas. Porque mi yugo es fácil, y ligera mi carga.
Echando toda vuestra ansiedad sobre él, porque él tiene cuidado de vosotros.
No temas, porque yo estoy contigo; no desmayes, porque yo soy tu Dios que te esfuerzo; siempre te ayudaré, siempre te sustentaré con la diestra de mi justicia.
Sino que lo necio del mundo escogió Dios, para avergonzar a los sabios; y lo débil del mundo escogió Dios, para avergonzar a lo fuerte.
Porque tú formaste mis entrañas; tú me hiciste en el vientre de mi madre. Te alabaré; porque formidables, maravillosas son tus obras; estoy maravillado, y mi alma lo sabe muy bien.
Aunque fue crucificado en debilidad, vive por el poder de Dios. Pues también nosotros somos débiles en él, pero viviremos con él por el poder de Dios para con vosotros.
Te amo, oh Jehová, fortaleza mía. Jehová, roca mía y castillo mío, y mi libertador; Dios mío, fortaleza mía, en él confiaré; mi escudo, y la fuerza de mi salvación, mi alto refugio.
Porque no nos ha dado Dios espíritu de cobardía, sino de poder, de amor y de dominio propio.
Aunque afligido yo y necesitado, Jehová pensará en mí. Mi ayuda y mi libertador eres tú; Dios mío, no te tardes.
Y de igual manera el Espíritu nos ayuda en nuestra debilidad; pues qué hemos de pedir como conviene, no lo sabemos, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos indecibles.
Por tanto, no desmayamos; antes aunque este nuestro hombre exterior se va desgastando, el interior no obstante se renueva de día en día.
Porque no menospreció ni abominó la aflicción del afligido, ni de él escondió su rostro; sino que cuando él clamó a él, le oyó.
Así que, los que somos fuertes debemos soportar las flaquezas de los débiles, y no agradarnos a nosotros mismos.
Porque a la verdad, dicen, las cartas son duras y fuertes; mas la presencia corporal débil, y la palabra menospreciable.
Jehová es mi fortaleza y mi escudo; en él confió mi corazón, y fui ayudado, por lo que se gozó mi corazón, y con mi cántico le alabaré.
Si es necesario gloriarse, me gloriaré en lo que es de mi debilidad.
Jehová exalta a los humildes, Y humilla a los impíos hasta la tierra.
Recibid al débil en la fe, pero no para contender sobre opiniones.
Porque no tenemos un sumo sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras debilidades, sino uno que fue tentado en todo según nuestra semejanza, pero sin pecado.
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