Este post contiene Versículos de la Biblia que hablan sobre el Ayuno. Textos Bíblicos de versión Reina Valera Actualizada (RVA-2015). Lee También: ¿Qué es el Ayuno según la Biblia?
Moisés estuvo allí con el SEÑOR cuarenta días y cuarenta noches. No comió pan ni bebió agua. Y en las tablas escribió las palabras del pacto: los Diez Mandamientos (Éx 34:28).
Entonces subieron todos los hijos de Israel y todo el pueblo, y fueron a Betel. Lloraron, permanecieron allí delante del SEÑOR, ayunaron aquel día hasta el atardecer y ofrecieron holocaustos y sacrificios de paz delante del SEÑOR (Jue 20:26).
Se reunieron en Mizpa, sacaron agua y la vertieron delante del SEÑOR. Aquel día ayunaron allí y dijeron: Hemos pecado contra el SEÑOR. Y Samuel juzgaba a los hijos de Israel en Mizpa (1 Sam 7:6).
E hicieron duelo, lloraron y ayunaron hasta el anochecer por Saúl y por su hijo Jonatán, por el pueblo del SEÑOR y por la casa de Israel; porque habían caído a espada (2 Sa 1:12).
David rogó a Dios por el niño. David ayunó, entró y pasó la noche acostado en el suelo (2 Sa 12:16).
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Josafat tuvo temor, se propuso consultar al SEÑOR e hizo pregonar ayuno en todo Judá (2 Cró 20:3).
Ayunamos, pues, y pedimos a nuestro Dios acerca de esto; y él nos fue propicio (Esd 8:23).
Luego Esdras se retiró de delante de la casa de Dios y entró en la cámara de Johanán hijo de Eliasib. Allí fue, pero no comió pan ni bebió agua, porque hizo duelo por esta gran infidelidad de los del cautiverio (Esd 10:6).
Cuando escuché estas palabras, me senté, lloré e hice duelo por algunos días. Ayuné y oré delante del Dios de los cielos (Neh 1:4).
El día veinticuatro del mismo mesa se reunieron los hijos de Israel en ayuno, vestidos de cilicio y polvo sobre ellos. Los del linaje de Israel ya se habían apartado de todos los extranjeros; y estando de pie confesaban sus pecados y la iniquidad de sus padres (Neh 9:1-2).
Sin embargo, cuando se enfermaron yo me vestí de aflicción. Me afligí a mí mismo con ayuno, y mi oración se volvía a mi seno (Sal 35:13).
Me afligí a mí mismo con ayuno; también esto me ha servido de afrenta (Sal 69:10).
Dicen: ‘¿Por qué ayunamos, y no hiciste caso? ¿Por qué afligimos nuestras almas, y no te diste por aludido?’. He aquí que en el día de su ayuno logran su deseo y explotan a todos sus trabajadores (Is 58:3).
¿No consiste, más bien, el ayuno que yo escogí, en desatar las ligaduras de impiedad, en soltar las ataduras del yugo, en dejar libres a los quebrantados y en romper todo yugo? (Is 58:6).
En el primer año de su reinado, yo, Daniel, entendí de los libros que, según la palabra del SEÑOR dada al profeta Jeremías, el número de los años que habría de durar la desolación de Jerusalén sería setenta años. Entonces volví mi rostro al Señor Dios, buscándolo en oración y ruego, con ayuno, cilicio y ceniza (Da 9:2-3)
No comí manjares delicados ni carne ni vino entraron en mi boca ni me ungí con aceite, hasta que se cumplieron tres semanas (Da 10:3).
“Pero aun ahora”, dice el SEÑOR, “vuélvanse a mí con todo su corazón, con ayuno, llanto y lamento (Joel 2:12).
Pero los hombres de Nínive creyeron a Dios, proclamaron ayuno y se cubrieron de cilicio desde el mayor hasta el menor (Jon 3:5).
Cuando ustedes ayunen, no se hagan los tristes, como los hipócritas, que descuidan su apariencia para mostrar a los hombres que ayunan. De cierto les digo que ya tienen su recompensa (Mt 6:16).
Pero tú, cuando ayunes, unge tu cabeza y lávate la cara, de modo que no muestres a los hombres que ayunas, sino a tu Padre que está en secreto. Y tu Padre que ve en secreto te recompensará (Mt 6:17-18).
Él les dijo: Este género con nada puede salir sino con oración (Mr 9:29).
Entonces Jesús, lleno del Espíritu Santo, volvió del Jordán y fue llevado por el Espíritu al desierto por cuarenta días, y era tentado por el diablo. No comió nada en aquellos días; y cuando fueron cumplidos, tuvo hambre (Lc 4:1-2).
Mientras ellos ministraban al Señor y ayunaban, el Espíritu Santo dijo: “Apártenme a Bernabé y a Saulo para la obra a la que los he llamado” (Hch 13:2).
Entonces, habiendo ayunado y orado, les impusieron las manos y los despidieron (Hch 13:3).
Y después de haber constituido ancianos para ellos en cada iglesia y de haber orado con ayunos, los encomendaron al Señor en quien habían creído (Hch 14:23).
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