Este post contiene versículos y salmos de alabanza a Dios en la Biblia. Textos Bíblicos de Versión Reina Valera Actualizada RVA-2015.
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El SEÑOR es mi fortaleza y mi canción; él ha sido mi salvación. ¡Este es mi Dios! Yo lo alabaré. ¡El Dios de mi padre! A él ensalzaré (Ex 15:2).
¿Quién como tú, oh SEÑOR, entre los dioses? ¿Quién como tú, majestuoso en santidad, temible en hazañas dignas de alabanza, hacedor de maravillas? (Ex 15:11).
Oigan, oh reyes; escuchen, oh gobernantes: Yo cantaré al SEÑOR; cantaré salmos al SEÑOR Dios de Israel (Jue 5:3).
No hay santo como el SEÑOR, porque no hay ninguno aparte de ti; no hay roca como nuestro Dios (1 Sa 2:2).
¡Alaben al SEÑOR, porque es bueno; porque para siempre es su misericordia! (1 Cr 16:34).
Bendeciré al SEÑOR en todo tiempo; su alabanza estará siempre en mi boca (Sal 34:1).
¡Los pueblos te alaben, oh Dios! ¡Todos los pueblos te alaben! (Sal 67:3).
¡Bendito sea el Señor! Día tras día lleva nuestras cargas el Dios de nuestra salvación (Sal 68:19).
Bendice, oh alma mía, al SEÑOR. Bendiga todo mi ser su santo nombre (Sal 103:1).
Grande es el SEÑOR y digno de suprema alabanza. Su grandeza es inescrutable (Sal 145:3).
Concibió otra vez y dio a luz un hijo, y dijo: “Esta vez alabaré al SEÑOR”. Por eso llamó su nombre Judá. Y dejó de dar a luz (Ge 29:35).
Oh SEÑOR Dios, tú has comenzado a mostrar a tu siervo tu grandeza y tu mano poderosa. Porque, ¿qué dios hay en los cielos o en la tierra que haga como tus obras y como tus proezas? (Dt 3:24).
Por tanto, tú eres grande, oh SEÑOR Dios; porque no hay nadie como tú ni hay Dios aparte de ti, conforme a todo lo que hemos oído con nuestros oídos (2 Sa 7:22).
Tuyos son, oh SEÑOR, la grandeza, el poder, la gloria, el esplendor y la majestad; porque tuyas son todas las cosas que están en los cielos y en la tierra. Tuyo es el reino, oh SEÑOR, y tú te enalteces como cabeza sobre todo (1 Cr 29:11).
¡Oh SEÑOR, tú eres mi Dios! Te exaltaré; alabaré tu nombre, porque has hecho maravillas. Desde antaño tus designios son fieles y verdaderos (Is 25:1).
El SEÑOR ha prometido salvarme. Por tanto, tocaremos nuestras melodías en la casa del SEÑOR todos los días de nuestra vida (Is 38:20.
Den gloria al SEÑOR; proclamen en las costas su alabanza (Is 42:12).
Este es el pueblo que yo he formado para mí; ellos proclamarán mi alabanza (Is 43:21).
A ti, oh Dios de mis padres, te doy gracias y te alabo, porque me has dado sabiduría y poder. Y ahora me has dado a conocer lo que te hemos pedido, pues nos has dado a conocer el asunto del rey (Da 2:23).
Ahora, yo, Nabucodonosor, alabo, exalto y glorifico al Rey de los cielos, porque todas sus obras son verdad y sus caminos son justicia. Él puede humillar a los que andan con soberbia (Da 4:37).
Aunque la higuera no florezca ni en las vides haya fruto, aunque falle el producto del olivo y los campos no produzcan alimento, aunque se acaben las ovejas del redil y no haya vacas en los establos; con todo, yo me alegraré en el SEÑOR y me gozaré en el Dios de mi salvación (Hab 3:17-18).
La palabra de Cristo habite abundantemente en ustedes, enseñándose y amonestándose los unos a los otros en toda sabiduría con salmos, himnos y canciones espirituales, cantando con gracia a Dios en su corazón (Col 3:16).
Y cantan el cántico de Moisés, el siervo de Dios, y el cántico del Cordero, diciendo: “Grandes y maravillosas son tus obras, Señor Dios Todopoderoso. Justos y verdaderos son tus caminos, Rey de las naciones. Oh Señor, ¿quién no temerá y glorificará tu nombre? Porque solo tú eres santo. Todas las naciones vendrán y adorarán delante de ti; porque tus juicios han sido manifestados” (Ap 15:3-4).
Entonces salió del trono una voz que decía: “¡Loen a nuestro Dios, todos sus siervos y los que le temen, tanto pequeños como grandes!” (Ap 19:5).
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Canten al SEÑOR, que habita en Sion; cuenten en los pueblos sus hechos (Sal 9:11).
El SEÑOR es mi fuerza y mi escudo; en él esperó mi corazón. Fui ayudado, y se gozó mi corazón; con mi canción le alabaré (Sal 28:7).
Den gracias al SEÑOR con lira; cántenle con arpa de diez cuerdas (Sal 33:2).
¿Por qué te abates, oh alma mía, y por qué te turbas dentro de mí? Espera a Dios, porque aún le he de alabar. ¡Él es la salvación de mi ser, y mi Dios! (Sal 42:11).
¡Oh Dios, tú eres mi Dios! Con diligencia te he buscado; mi alma tiene sed de ti. Mi cuerpo te anhela en tierra árida y sedienta, carente de agua (Sal 63:1).
A él invoqué con mi boca y con mi lengua lo ensalcé (Sal 66:17).
¡Canten a Dios! ¡Canten salmos a su nombre! ¡Preparen camino al que cabalga sobre las nubes! El SEÑOR es su nombre ¡Alégrense delante de él! Padre de los huérfanos y juez de las viudas es Dios en su santa morada (Sal 68:4-5).
Esté llena mi boca de tu alabanza, de tu gloria todo el día (Sal 71:8).
Mis labios se alegrarán cuando yo te cante salmos; aun mi alma, a la cual has redimido (Sal 71:23).
¡Vengan, adoremos y postrémonos! Arrodillémonos delante del SEÑOR, nuestro Hacedor (Sal 95:6).
Adoren al SEÑOR en la hermosura de la santidad; tiemble ante su presencia toda la tierra (Sal 96:9)
Entren por sus puertas con acción de gracias, por sus atrios con alabanza. Denle gracias; bendigan su nombre (Sal 100:4).
¡Den gracias al SEÑOR! ¡Invoquen su nombre! Den a conocer entre los pueblos sus hazañas (Sal 105:1).
Ofrezcan sacrificios de acción de gracias y proclamen sus obras con júbilo (Sal 107:22).
Te alabaré entre los pueblos, oh SEÑOR; a ti cantaré salmos entre las naciones.
A medianoche me levanto para darte gracias por tus justos juicios (Sal 119:62).
¡Todo lo que respira alabe al SEÑOR! ¡Aleluya! (Sal 150:6).
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Cuando los que tocaban las trompetas y los que cantaban hicieron oír su voz al unísono alabando y dando gracias al SEÑOR; cuando elevaron la voz junto con las trompetas, los címbalos y otros instrumentos de música; y cuando alababan al SEÑOR diciendo: “Porque él es bueno, porque para siempre es su misericordia”, entonces la casa se llenó con una nube, la casa del SEÑOR (2 Cr 5:13).
Los sacerdotes estaban de pie en sus puestos de servicio, y los levitas tenían los instrumentos de música del SEÑOR, que el rey David hiciera para dar gracias al SEÑOR, “porque para siempre es su misericordia”, cuando David alababa con ellos. Los sacerdotes tocaban trompetas frente a ellos, y todo Israel estaba de pie (2 Cr 7:6).
Cuando comenzaron el canto y la alabanza, el SEÑOR puso emboscadas contra los hijos de Amón, los de Moab y los de la región montañosa de Seír que habían venido contra Judá, y fueron derrotados (2 Cr 20:22).
Luego Ezequías tomó la palabra y dijo: Ahora ustedes se han consagrado al SEÑOR. Acérquense y presenten sacrificios y ofrendas de acción de gracias en la casa del SEÑOR. Entonces la multitud presentó sacrificios y ofrendas de acción de gracias, y todos los de corazón generoso ofrecieron holocaustos (2 Cr 29:31).
Ezequías constituyó los grupos de los sacerdotes y de los levitas, conforme a sus grupos, y cada uno según su oficio (tanto los sacerdotes como los levitas), para los holocaustos y los sacrificios de paz; a fin de que sirvieran, dieran gracias y alabaran en las puertas de la morada del SEÑOR (2 Cr 31:2).
Luego restauró el altar del SEÑOR, y sobre él ofreció sacrificios de paz y de acción de gracias, y mandó a los de Judá que sirvieran al SEÑOR Dios de Israel (2 Cr 33:16).
Cantaban alabando y dando gracias al SEÑOR. Y decían: “¡Porque él es bueno, porque para siempre es su misericordia sobre Israel!”. Todo el pueblo gritaba con gran júbilo, alabando al SEÑOR, porque eran colocados los cimientos de la casa del SEÑOR (Esd 3:11).
Señor, abre mis labios, y proclamará mi boca tu alabanza (Sal 51:15).
Alabaré con cánticos el nombre de Dios; lo exaltaré con acciones de gracias (Sal 69:30).
Siete veces al día te alabo por tus justos decretos (Sal 119:164).
Cuando llegue ese día, dirás: A ti, Señor, cantaré; aunque te enojaste contra mí, tu indignación cesó y me has dado consuelo (Is 12:1).
Los pastores se volvieron glorificando y alabando a Dios por todo lo que habían oído y visto, tal como les había sido dicho (Lc 2:20).
Jesús le dijo: Recobra la vista; tu fe te ha salvado. Inmediatamente recobró la vista, y lo seguía glorificando a Dios. Y todo el pueblo, al ver esto, dio alabanza a Dios (Lc 18:42-43).
Cuando ya llegaba él cerca de la bajada del monte de los Olivos, toda la multitud de los discípulos, gozándose, comenzó a alabar a Dios a gran voz por todas las maravillas que habían visto (Lc 19:37).
Y siempre estaban en el templo, alabando y bendiciendo a Dios. Amén (Lc 24:53).
Ellos perseveraban unánimes en el templo día tras día, y partiendo el pan casa por casa, participaban de la comida con alegría y con sencillez de corazón, alabando a Dios y teniendo el favor de todo el pueblo. Y el Señor añadía diariamente a su número los que habían de ser salvos (Hch 2:46-47).
Pero Pedro le dijo: No tengo ni plata ni oro, pero lo que tengo te doy. En el nombre de Jesucristo de Nazaret, ¡levántate y anda! Le tomó de la mano derecha y le levantó. De inmediato fueron afirmados sus pies y tobillos, y de un salto se puso de pie y empezó a caminar. Y entró con ellos en el templo, caminando, saltando y alabando a Dios. Todo el pueblo le vio caminando y alabando a Dios (Hch 3:6-9).
Como a la medianoche, Pablo y Silas estaban orando y cantando himnos a Dios, y los presos les escuchaban. Entonces, de repente sobrevino un fuerte terremoto, de manera que los cimientos de la cárcel fueron sacudidos. Al instante, todas las puertas se abrieron y las cadenas de todos se soltaron (Hch 16:25-26).
Hablando entre ustedes con salmos, himnos y canciones espirituales; cantando y alabando al Señor en su corazón (Ef 5:19).
¡Alábenle, ustedes todos sus ángeles! ¡Alábenle, ustedes todos sus ejércitos! (Sal 148:2).
De repente, apareció con el ángel una multitud de las huestes celestiales que alababan a Dios y decían: ¡Gloria a Dios en las alturas, y en la tierra paz entre los hombres de buena voluntad! (Lc 2:13-14).
Y cada uno de los cuatro seres vivientes tiene seis alas, y alrededor y por dentro están llenos de ojos. Ni de día ni de noche cesan de decir: “¡Santo, Santo, Santo es el Señor Dios Todopoderoso, que era y que es y que ha de venir!” (Ap 4:8).
Y miré, y oí la voz de muchos ángeles alrededor del trono y de los seres vivientes y de los ancianos. El número de ellos era miríadas de miríadas y millares de millares. Y decían a gran voz: “Digno es el Cordero, que fue inmolado, de recibir el poder, las riquezas, la sabiduría, la fortaleza, la honra, la gloria y la alabanza” (Ap 5:11-12).
Todos los ángeles que estaban de pie alrededor del trono, y de los ancianos y de los cuatro seres vivientes, se postraron sobre sus rostros delante del trono y adoraron a Dios diciendo: “¡Amén! La bendición y la gloria y la sabiduría y la acción de gracias y la honra y el poder y la fortaleza sean a nuestro Dios por los siglos de los siglos. ¡Amén!” (Ap 7:11-12).
Diciendo: Te damos gracias, Señor Dios Todopoderoso, que eres y que eras, porque has asumido tu gran poder y reinas (Ap 11:17).
Ellos cantan un himno nuevo delante del trono y en presencia de los cuatro seres vivientes y de los ancianos. Nadie podía aprender el himno, sino solo los ciento cuarenta y cuatro mil, quienes habían sido redimidos de la tierra (Ap 14:3).
Mi lengua hablará de tu justicia y de tu alabanza todo el día (Sal 35:28).
Por ti he sido sustentado desde el vientre; tú eres quien me sacó del seno de mi madre. Siempre será tuya mi alabanza (Sal 71:6).
Pero yo siempre esperaré; te alabaré más y más (Sal 71:14).
Pero yo siempre anunciaré y cantaré salmos al Dios de Jacob (Sal 75:9).
Entonces nosotros, pueblo tuyo y ovejas de tu prado, te confesaremos para siempre; por generación y generación contaremos de tus alabanzas (Sal 79:13).
Cantaré al SEÑOR en mi vida; a mi Dios cantaré salmos mientras viva (Sa 104:33).
Te exaltaré, mi Dios, el Rey, y bendeciré tu nombre eternamente y para siempre (Sal 145:1).
Mi boca expresará la alabanza del SEÑOR: ¡Bendiga todo mortal su santo nombre, eternamente y para siempre! (Sal 145:21).
Así que, por medio de él, ofrezcamos siempre a Dios sacrificio de alabanza; es decir, fruto de labios que confiesan su nombre (Heb 13:15).
Los prados se visten de rebaños y los valles se cubren de grano. Gritan de júbilo y cantan (Sal 65:13).
Alábenle los cielos y la tierra, los mares y todo lo que se mueve en ellos (Sal 69:34).
Aplaudan los ríos; regocíjense todos los montes (Sal 98:8).
¡Alábenle, sol y luna! ¡Alábenle, ustedes todas las estrellas relucientes! (Sal 148:3).
¡Alábenle, cielos de los cielos y las aguas que están sobre los cielos! (Sal 148:4).
Alaben al SEÑOR desde la tierra, los grandes animales acuáticos y todos los océanos, el fuego y el granizo, la nieve y el vapor, el viento tempestuoso que ejecuta su palabra, los montes y todas las colinas, los árboles frutales y todos los cedros, los animales y todo el ganado, los reptiles y las aves que vuelan (Sal 148:7-10).
Canten loores, oh cielos, porque el SEÑOR lo ha hecho. Griten con júbilo, oh profundidades de la tierra. Prorrumpan en cántico, oh montes, el bosque y todos sus árboles, porque el SEÑOR ha redimido a Jacob y será glorificado en Israel (Is 44:23).
¡Griten de júbilo, oh cielos! ¡Regocíjate, oh tierra! ¡Prorrumpan en cántico, oh montes! Porque el SEÑOR ha consolado a su pueblo y de sus afligidos tendrá misericordia (Is 49:13).
Ciertamente, con alegría saldrán y en paz se irán. Los montes y las colinas irrumpirán en cánticos delante de ustedes, y todos los árboles del campo aplaudirán (Is 55:12).
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