Este post contiene Versículos de la Biblia que hablan de la Adoración a Dios. Textos Bíblicos de Versión Reina Valera Actualizada.
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Y ahora, oh SEÑOR, he aquí traigo las primicias del fruto de la tierra que tú me has dado. Lo dejarás delante del SEÑOR tu Dios, y te postrarás delante del SEÑOR tu Dios (Dt 26:10).
Más bien, al SEÑOR, que los sacó de la tierra de Egipto con gran poder y con brazo extendido, a él temerán, a él adorarán y a él ofrecerán sacrificios (2 Re 17:36).
Den al SEÑOR la gloria debida a su nombre; traigan ofrendas y vengan ante su presencia; adoren al SEÑOR en la hermosura de la santidad (1 Cr16:29).
Pero yo, por la abundancia de tu gracia, entraré en tu casa y en tu temor me postraré hacia tu santo templo (Sal 5:7).
Ellos se acordarán y volverán al SEÑOR de todos los confines de la tierra. Delante de ti se postrarán todas las familias de las naciones (Sal 22:27).
Den al SEÑOR la gloria debida a su nombre. Adoren al SEÑOR en la hermosura de la santidad (Sal 29:2).
¡Toda la tierra te adorará y cantará a ti! ¡Cantarán a tu nombre! (Sal 66:4).
Vendrán todas las naciones que hiciste y adorarán, oh Señor, delante de ti. Glorificarán tu nombre (Sal 86:9).
¡Vengan, cantemos con gozo al SEÑOR! Aclamemos con júbilo a la roca de nuestra salvación (Sal 95:1).
¡Vengan, adoremos y postrémonos! Arrodillémonos delante del SEÑOR, nuestro Hacedor (Sal 95:6).
¡Exalten al SEÑOR, nuestro Dios! Póstrense ante el estrado de sus pies porque él es santo (Sal 99:5).
Acontecerá que sobre aquellas familias de la tierra que no suban a Jerusalén para adorar al Rey, SEÑOR de los Ejércitos, no vendrá la lluvia (Zac 14:17).
Entonces Jesús le dijo: Vete, Satanás, porque escrito está: Al Señor tu Dios adorarás y a él solo servirás (Mt 4:10).
Dios es espíritu; y es necesario que los que le adoran, lo adoren en espíritu y en verdad (Jn 4:24).
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Cuando entraron en la casa, vieron al niño con María su madre, y postrándose lo adoraron. Entonces abrieron sus tesoros y le ofrecieron presentes de oro, incienso y mirra (Mt 2:11).
Entonces los que estaban en la barca lo adoraron diciendo: ¡Verdaderamente eres Hijo de Dios! (Mt 14:33).
Y he aquí, Jesús les salió al encuentro, diciendo: ¡Les saludo! Y acercándose ellas, abrazaron sus pies y lo adoraron (Mt 28:9).
Después de haberlo adorado, ellos regresaron a Jerusalén con gran gozo (Lc 24:52).
Otra vez, al introducir al Primogénito en el mundo, dice: Adórenle todos los ángeles de Dios (Heb 1:6).
Cuando tomó el libro, los cuatro seres vivientes y los veinticuatro ancianos se postraron delante del Cordero. Cada uno tenía un arpa y copas de oro llenas de incienso, que son las oraciones de los santos. Ellos entonaban un cántico nuevo, diciendo: ¡Digno eres de tomar el libro y de abrir sus sellos! Porque tú fuiste inmolado y con tu sangre has redimido para Dios gente de toda raza, lengua, pueblo y nación (Ap 5:8-9).
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Entonces Abraham dijo a sus siervos: Esperen aquí con el asno. Yo y el muchacho iremos hasta allá, adoraremos y volveremos a ustedes (Gé 22:5).
El pueblo creyó; y al oír que el SEÑOR había visitado a los hijos de Israel y que había visto su aflicción, se inclinaron y adoraron (Éx 4:31).
Al ver la columna de nube, que se detenía a la entrada de la tienda, todo el pueblo se levantaba y se postraba, cada uno a la entrada de su propia tienda (Éx 33:10).
Y ahora, oh SEÑOR, he aquí traigo las primicias del fruto de la tierra que tú me has dado. Lo dejarás delante del SEÑOR tu Dios, y te postrarás delante del SEÑOR tu Dios (Dt 26:10).
Y aconteció que cuando Gedeón oyó el relato del sueño y su interpretación, adoró. Después volvió al campamento de Israel y dijo: ¡Levántate, porque el SEÑOR ha entregado el campamento de Madián en tu mano! (Jue 7:15).
Por eso yo también lo dedico al SEÑOR; y estará dedicado al SEÑOR todos los días de su vida. Y adoraron allí al SEÑOR (1 Sa 1:28).
Más bien, al SEÑOR, que los sacó de la tierra de Egipto con gran poder y con brazo extendido, a él temerán, a él adorarán y a él ofrecerán sacrificios (2 Re 17:36).
Den al SEÑOR la gloria debida a su nombre; traigan ofrendas y vengan ante su presencia; adoren al SEÑOR en la hermosura de la santidad (1 Cr 16:29).
Entonces Esdras bendijo al SEÑOR, el gran Dios; y todo el pueblo, alzando las manos, respondió: ¡Amén! ¡Amén! Luego se inclinaron y adoraron al SEÑOR con el rostro a tierra (Neh 8:6).
Entonces Job se levantó, rasgó su manto y se rapó la cabeza; se postró a tierra y adoró (Job 1:20).
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De repente, apareció con el ángel una multitud de las huestes celestiales que alababan a Dios y decían: ¡Gloria a Dios en las alturas, y en la tierra paz entre los hombres de buena voluntad! (Lc 2:13-14).
Los veinticuatro ancianos se postran delante del que está sentado en el trono y adoran al que vive por los siglos de los siglos; y echan sus coronas delante del trono, diciendo: Digno eres tú, oh Señor y Dios nuestro, de recibir la gloria, la honra y el poder; porque tú has creado todas las cosas, y por tu voluntad tienen ser y fueron creadas (Ap 4:10-11).
Los cuatro seres vivientes decían: “¡Amén!”. Y los veinticuatro ancianos se postraron y adoraron (Ap 5:14).
Todos los ángeles que estaban de pie alrededor del trono, y de los ancianos y de los cuatro seres vivientes, se postraron sobre sus rostros delante del trono y adoraron a Dios diciendo: “¡Amén! La bendición y la gloria y la sabiduría y la acción de gracias y la honra y el poder y la fortaleza sean a nuestro Dios por los siglos de los siglos. ¡Amén!” (Ap 7:11-12).
Y los veinticuatro ancianos, que estaban sentados en sus tronos delante de Dios, se postraron sobre sus rostros y adoraron a Dios (Ap 11:16).
Vi a otro ángel que volaba en medio del cielo, que tenía el evangelio eterno para predicarlo a los que habitan en la tierra: a toda nación y raza y lengua y pueblo. Decía a gran voz: “¡Teman a Dios y denle gloria, porque ha llegado la hora de su juicio! Adoren al que hizo los cielos y la tierra y el mar y las fuentes de las aguas” (Ap 14:6-7).
Y se postraron los veinticuatro ancianos y los cuatro seres vivientes y adoraron a Dios que estaba sentado sobre el trono, diciendo: “¡Amén! ¡Aleluya!” (Ap 19:4).
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