Y en ningún otro hay salvación; porque no hay otro nombre bajo el cielo, dado a los hombres, en que podamos ser salvos.
De hecho, en ningún otro hay salvación, porque no hay bajo el cielo otro nombre dado a los hombres mediante el cual podamos ser salvos.
¡En ningún otro hay salvación! Dios no ha dado ningún otro nombre bajo el cielo, mediante el cual podamos ser salvos.
Ningún otro puede salvarnos, pues en la tierra no existe ninguna otra persona a quien Dios haya constituido autor de nuestra salvación.
Sólo Jesús tiene poder para salvar. Sólo él fue enviado por Dios, y en este mundo sólo él tiene poder para salvarnos.
En Hechos 4:12, se dice: «Y en ningún otro hay salvación, porque no hay otro nombre bajo el cielo, dado a los hombres, por el cual podamos ser salvos«. Este versículo es un llamado a la exclusividad de Jesucristo como el único camino a la salvación.
Desde una perspectiva teológica, esta exclusividad de Cristo es fundamental para la fe cristiana. La salvación es un regalo de Dios a través de la muerte y resurrección de Jesús en la cruz, y es solo a través de su sacrificio que podemos ser perdonados de nuestros pecados y tener una relación con Dios.
Sin embargo, esto no significa que Dios no ame a aquellos que no han aceptado a Jesús como su salvador. Todos los seres humanos son hijos de Dios y son amados incondicionalmente, pero es solo a través de la fe en Cristo que podemos alcanzar la salvación eterna.
Es importante que los cristianos comprendan y vivan esta verdad. A menudo, puede ser fácil caer en la tentación de creer que hay otras formas de alcanzar la salvación, pero Hechos 4:12 nos recuerda que solo hay un camino: a través de Jesús. Debemos ser testigos de esta verdad y compartirla con otros, guiados por el Espíritu Santo y con amor y compasión.
Además, esta verdad debe transformar nuestras vidas diarias. Si realmente creemos que Jesús es el único camino a la salvación, esto debe influir en cómo vivimos, cómo tratamos a los demás y cómo buscamos honrar a Dios en todo lo que hacemos. La fe en la exclusividad de Cristo debe ser una fuerza impulsora en nuestra vida diaria y en nuestro ministerio a otros.